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El colesterol es una grasa natural indispensable para el buen funcionamiento de nuestro organismo, ya que a partir de él se fabrican ciertas hormonas, los ácidos biliares, la vitamina D (formada gracias a su exposición a los rayos solares) y otras sustancias.
La mayor parte del colesterol se produce en el hígado, aunque también puede provenir de algunos alimentos. El colesterol circula por nuestro organismo a través de la sangre, para lo que se une a unas partículas llamadas lipoproteínas de las que existen varios tipos:
Lipoproteínas de baja densidad (LDL): se encargan de transportar nuevo colesterol desde el hígado a todas las células de nuestro organismo. Se conoce como ‘colesterol malo’; porque una presencia excesiva en la sangre aumenta el riesgo cardiovascular.
Lipoproteínas de alta densidad (HDL): es el llamado ‘colesterol bueno’ y su función es transportar el colesterol de nuevo al hígado para su almacenamiento o destrucción a través de la bilis.
Lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL): transportan triglicéridos a los tejidos y también es conocido como ‘colesterol malo’.
Los niveles totales de colesterol en una persona sana deberían situarse por debajo de los 200 mg/dl, según la Fundación Española del Corazón. Las cifras de colesterol LDL se consideran normales hasta los 100mg/dL, aunque en personas con enfermedad cardiovascular las cifras se deben situar por debajo de los 70mg/dL. En lo que respecta al colesterol HDL, los niveles deben ser superiores a 35 mg/dL en el hombre y a 40 mg/dL en la mujer.
Cuando el cuerpo es incapaz de asimilar todo el colesterol que circula por la sangre, deposita en la pared de las arterias el que le sobra. Así forma unas placas que contribuyen a su estrechamiento y originan la aterosclerosis. Con el tiempo, la placa se endurece y estrecha aún más las arterias, limitando que la sangre rica en oxígeno llegue a los órganos y a otras partes del cuerpo.
Así, la hipercolesterolemia es una de las principales causas de la enfermedad cardiovascular, siendo también una de las más prevalentes: el 50% de la población adulta la padece, pero solo la mitad está diagnosticada, según el estudio ENRICA.
Según la Fundación Española del Corazón, la hipercolesterolemia es causa directa de casi una cuarta parte de las muertes por enfermedad cardiovascular.
Descubre más sobre la formación de la placa de ateroma en el siguiente vídeo:
¿Sabes cómo el exceso de colesterol LDL puede provocar un infarto de miocardio o un ictus? En este video hacemos un viaje al interior del organismo para contártelo al detalle.
El colesterol es una sustancia que se encuentra de forma natural en el organismo y es esencial para el funcionamiento de las células porque se utiliza para fabricar hormonas, ácidos biliares, vitamina D y otras sustancias.
Las lipoproteínas LDL son partículas que transportan el colesterol desde el hígado al resto del organismo a través de los vasos sanguíneos.
Estas partículas también se conocen como “colesterol malo” porque en ocasiones atraviesan la capa interior de las arterias y se depositan en la pared arterial. Como respuesta, el sistema inmune activa los macrófagos, células que tienen la función de eliminar el colesterol malo. Cuando hay mucha cantidad acumulada de macrófagos, forman células espumosas cargadas de lípidos.
Estas células producen la placa de ateroma, que sigue acumulándose en las paredes de las arterias. Este proceso empeora cuando intervienen otros factores de riesgo cardiovascular como la presión arterial alta, el tabaquismo o la diabetes, entre otros.
Pero el colesterol es un problema de salud silencioso. En muchas ocasiones, pasa inadvertido hasta que el crecimiento de la placa de ateroma estrecha y endurece las arterias, dificultando la circulación sanguínea. Algunas placas inestables pueden romperse, liberando su contenido en la sangre y formando un trombo que puede derivar en un infarto de corazón o en un ictus cerebral.
Existen diversos factores que favorecen el desarrollo de la hipercolesterolemia, algunos de ellos son intrínsecos al individuo y otros pueden modificarse:
Herencia familiar: es una mutación genética que deriva en una menor cantidad del gen que codifica el receptor de las LDL encargado de eliminar el colesterol a nivel hepático. Esta disminución del receptor LDL provoca un aumento considerable del colesterol LDL en sangre.
Según la Fundación Hipercolesterolemia Familiar, en España unas 200.000 personas padecen hipercolesterolemia familiar y las probabilidades de heredarla son del 50%. Cabe destacar que las personas que padecen hipercolesterolemia familiar tienen un riesgo 13 veces superior a padecer una enfermedad coronaria que la población general.
Edad y sexo: el colesterol empieza a elevarse hacia los 20 años y continúa haciéndolo a los 60 o 65 años. La mujer en edad fértil está más protegida que el hombre, pero a partir de la menopausia, los niveles de colesterol LDL tienden a subir llegando a cifras incluso superiores a las del hombre.
Sobrepeso y obesidad: ambos favorecen el desarrollo del colesterol. Además, se calcula que el sobrepeso y la obesidad están detrás del 75% de los infartos de miocardio.
Sedentarismo: es uno de los principales factores de riesgo de mortalidad a nivel mundial y ya está reconocido por la Organización Mundial de la Salud como el cuarto factor de riesgo más relevante de enfermedad cardiovascular.
Controlar los niveles de colesterol puede ser más fácil siguiendo estos sencillos hábitos.
Alimentación:
Consumo de tabaco y alcohol:
Actividad física:
Control de peso:
Seguimiento: